El deseo de Andrea*

Era el segundo cumpleaños de Andrea. Esa noche, frente a la torta con las velas, cerraría su arduo entrenamiento de meses para apagarlas de un solo soplido cuando la canción acabase. Sus padres le habían asegurado que el pensamiento que tuviera mientras soplara se haría realidad. Se trataba de una especie peculiar de pensamiento que los adultos llamaban deseo. Se supone que era mágico o algo así. Pero a ella le habían enseñado a cantar y a soplar las velas, pero nunca le habían enseñado a desear.

«¿Cómo se piensa un deseo?», se preguntaba algo preocupada por no hacerlo bien. «¿Será parecido a cuando quiero algo y se lo pido a mis papis?», continuaba reflexionando. «¿Es necesario decir una palabra mágica, como cuando me recuerdan que diga por favor?».

En la noche, por fin, cuando terminaron de cantar la canción, pasó algo rarísimo. Al soplar las velas, el tiempo se congeló y Andrea tuvo chance de ver, una a una, todas las caras de alegría y amor de sus familiares y amigos. Y justo allí supo que tenía todo lo que podía desear en la vida y que no hacía falta que pensara otro deseo.

Pero, ya que estaba allí, y podía pensar en lo que quisiera, aprovechó para divertirse un poco. Cerró los ojos muy fuerte, se concentró en unas palabras secretas que pasaban por su mente, y cuando los volvió a abrir no pudo aguantar la risa. El tiempo se había descongelado y todos en la fiesta, hasta su abuelita y un amigo bebé, tenían dibujado, con marcador negro y debajo de la nariz, un gracioso bigote. Definitivamente, eso de pedir un deseo se convertiría, de ahora en adelante, en una de sus cosas favoritas de cumplir año.

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* Salvo una vez hace un tiempo, nunca publico cuentos infantiles en mi blog. Pero esta vez, como aquella, hay una buena razón para hacerlo, y es que mi hija está cumpliendo dos años. Esta pequeña historia es para celebrar su día y cuánto la quiero. ¡Feliz cumpleaños, preciosa!

Salvando al personaje: ejercicio de escritura creativa

Hoy les dejaré un post muy diferente de lo que suelo agregar aquí, y, en cierto sentido, experimental. Es decir, lo usaré como experimento para ver si alguien se interesa en una publicación como esta (cosa rara en este blog, al que se le puede poner muchos calificativos, menos interactivo; igual cruzo los dedos) y, de ser así, hacer más cosas por el estilo. Se trata, sencillamente, de uno de los ejercicios de escritura creativa que suelo usar en mis talleres de narrativa. Fue, de hecho, el primero completamente original que ideé, hace ya bastantes años, y por eso le tengo bastante cariño. Y, además, me parece que es bastante original, y saca a los participantes de su zona de confort. Así que espero que alguien se anime y, luego de hacer el ejercicio, comparta el resultado por comentarios (o ya bien por la sección de contacto del blog si les da mucho miedo escénico).

El ejercicio consiste en que cada uno elija la premisa de una historia (hay 6 en total), donde uno o más personajes se encuentran en una suerte de callejón sin salida, en el cual la consecuencia inminente y lógica es su muerte. Su labor es darle un final a esa historia donde el o los personajes en peligros se salven (esto es, que no muera/n), pero deben hacerlo de la forma más creíble posible, sin involucrar salvamentos mágicos, deus ex machina o trampas argumentales.

El objetivo del ejercicio es reflexionar sobre cuáles son los elementos que vuelven realista a una historia, si estos son necesarios en todos los casos, y cuáles son las estrategias para controlar el destino de los personajes que creamos sin necesidad de que se noten los hilos con que los movemos. Verán que hay historias con muy diferentes atmósferas (desde lo caricaturesco hasta lo más serio), de modo que conseguir una solución realista quiere decir que se sienta realista dentro de los códigos específicos y la atmósfera de la historia. Si se trata, por ejemplo, de una historia caricaturesca, como la número 1, debe ser creíble dentro de los códigos caricaturescos, no los del drama novelesco, por decir cualquier cosa.

Las premisas que les ofrezco deben mantenerse intactas como párrafo inicial del cuento. El relato total no debería sobrepasar las 750 palabras, pero idealmente debería tener un tope de 500. Al terminarlo, le pueden colocar el título que más les guste. Si alguno lo desea, puede trabajar en más de una premisa.

Premisa 1

Esta vez el Coyote lo había logrado. El cemento fresco se había secado sobre los pies del Correcaminos y este intentaba sin éxito escapar de su destino. Doscientos metros atrás había activado un resorte que empujó a una bola de bowling sobre un canal, que caería en una balanza y levantaría una vela, quemando una polea, que sostenía una sierra mecánica encendida que cercenaría la cabeza del correcaminos. Si esto fallaba, en menos de una hora haría efecto el veneno que había puesto en la comida gratis, que había utilizado de cebo y ya el Correcaminos había comido. Y si fallaba el veneno, una hora y media después el sol apuntaría sobre la lupa gigante puesta sobre la cabeza del Correcaminos, que lo cocinaría en menos de quince minutos. Nada podía fallar. No había un solo producto marca ACME y el Coyote lo veía todo desde un búnker blindado a treinta kilómetros de distancia mientras se comunicaba por una pantalla. Al lado de la pantalla había una bomba casera de 250 gramos de C4, con seis docenas de clavos incrustados, que el Coyote activaría de forma remota si observaba algún fallo. El Correcaminos lloraba y suplicaba desesperado, pidiéndole perdón y ofreciéndole su respeto al Coyote, que se reía vencedor y le decía, en tono de burla, “bip bip”.

Premisa 2

El Doctor Mendoza se acerca a Graciela y, de solo ver su rostro intentando emular compasión, ella lo entiende todo, y le repugna y lo odia más que nunca. Mendoza le pregunta: “¿Crees que tengas la fuerza para decírselo tú o lo hago yo?”. Graciela sabía que el Doctor Mendoza tenía meses matando a su esposo de a poco, con dosis más altas de adrenalina. Ese maldito le hacía lo mismo a todos los pacientes con metástasis. Se creía un Dios y nadie parecía poder detenerlo. De cualquier forma, el cáncer de Julio estaba demasiado avanzado. En una semana le llegaría al 80% de su cuerpo y moriría de un colapso simultáneo en sus órganos vitales. Sin embargo, Graciela decidió no decirle una sola palabra a Julio. De pronto tenía un plan. Ver la cara del Doctor Mendoza despertó su ingenio dormido. A su esposo no le quedaba una semana de vida. Ella lo salvaría.

Premisa 3

Si los nombres se colocaran de acuerdo a las actitudes, el suyo sería Imprudencia. Parecía tener el superpoder de estar siempre en el lugar incorrecto y en el peor momento, con el agravante de que sus acciones para tratar de remediarlo solían convertir algo malo en otra cosa realmente peor. ¿Quién le había dicho a él, por ejemplo, que era prudente caminar hasta ese callejón por escuchar gritos de una mujer? ¿Acaso era policía? ¿O un héroe de historietas? Ahora los cuatro hombres que acosaban a la chica lo han visto y se le acercan con armas y rostros enfermizos. Pero de nada sirve correr. A sus lados solo hay edificios. Al fondo, un basurero, y detrás, un auto que cierra la vía. Desde ese auto han salido tres psicópatas más, todos con ganas de silenciar al caballero andante. La chica, al fondo del callejón, con sus ropas desgarradas, lo mira esperanzada, y de repente el señor Imprudencia siente que no puede defraudarla. Se salvará a sí mismo y la salvará a ella.

Premisa 4

Marlene y su hija, la pequeña Sofía, estaban desmayadas desde hacía más de dos horas. Y ya el nivel del agua estaba próximo a llegar al techo de ese preciso búnker construido por Benancio. “A Benancio nadie lo engaña… A Benancio nadie lo engaña”, se repetía a sí mismo fuera del cuarto en el que había encerrado a su infiel esposa y al despojo de esa infidelidad, la mocosa Sofía, para vengar su hombría burlada. Hace dos horas el nivel del agua había llegado hasta las tomas eléctricas, donde había dejado un tostador y una plancha encendida. La energía liberada no las había matado, porque el volumen de agua permitió que la corriente se dispersara. Pero aún no despertaban del choque eléctrico, y flotaban amarradas a unas tripas de caucho, que a su vez estaban amarradas al centro del cuarto. Todas las paredes y la puerta habían sido cuidadosamente selladas y no se escapaba ni una gota de agua. En menos de treinta minutos el agua las tapará y Marlene le fallará a Sofía en su promesa de sacarlas a ambas con vida directo a una heladería.

Premisa 5

Se encontraban en la penúltima fase del rito. Doscientos hombres, mujeres y niños cantaban sus alabanzas, pidiendo purificar sus almas. Después de esto solo restaría tomar el cianuro y esperar la gloriosa ascensión hacia la Casa de las 7 Estrellas, donde los esperaría un coro de 12 vírgenes, encabezado por la siempre pura Doncella de la luz, que les haría saber con el sonido de su lira si habían obrado bien en vida y merecían la transfiguración en estrellas o si habían titubeado en su fe y merecían el destierro hacia el último agujero negro, donde habitaba el Anciano de las Tinieblas y donde escucharían para siempre el eco de su duda. Leticia se sentía ya en la Casa de las 7 Estrellas, pero le acorralaba la duda al mismo tiempo que el deseo de transfiguración. Los cinco años después de su conversión habían sido los mejores de su vida. Su pequeña hija, su señor amante y sus cuatro hermanas concubinas eran su familia. Temblaba de pensar que alguno de ellos dudara y el destino los separase. No quería beber el cianuro hasta estar segura, pero en un minuto pasaría el celador por su fila y no se iría hasta verlos muertos. Tampoco podía hablar con sus hermanas concubinas o su señor amante porque interrumpir el acto solo la condenaría a las Tinieblas. Algo debía de hacer antes de que la canción terminase. Algo debía hacer antes de que el cianuro los separase para siempre.

Premisa 6

Ahora esos cien mil dólares no le parecían tan buen negocio. No debió haberse ofrecido como conejillo de indias. Era un experimento idiota. Cómo pensó que podía sobrevivir a doce meses absolutamente solo en una estepa congelada sin volverse loco. Faltaba una semana para finalizar y se vislumbraba como un siglo. Aunque dormía casi veinte horas al día, las cuatro que duraba despierto parecían meses. Ya ni siquiera estaba seguro de que los científicos siguieran interesados en él. De seguro las cámaras se habían congelado y ellos lo daban por muerto. Y de cualquier forma, la base de observación estaba a 45 kilómetros de allí. Si algo le pasara, con ese clima, tardarían cinco horas en encontrarle. Y si tener doble personalidad era un indicio de locura, pues entonces el experimento había sido un éxito. Y si su otro yo estaba obsesionado con matarle mientras dormía, pues mejor aún. Esta mañana encontró una nota que le dejó su otro yo, explicándole el plan con el que le mataría al dormirse. Era infalible y horrendo. Acabaría con él después de una hora de sufrimiento. Si quería sobrevivir, debía pasar una semana sin pestañear. De solo pensarlo le atacaba el sueño.

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Nuevas noticias sobre «Un libro que nunca existió»

Nadia Blanco, seudónimo ad hoc para esta obra de Elena Dubois, nos dejó a inicios de 2016 Un libro que nunca existió, ejercicio literario y crítico que ha dividido a los lectores entre quienes lo consideran una estafa de la peor calaña y los que ven en este el cierre definitivo del ciclo del arte contemporáneo, al menos en su capítulo literario.

Autora y editorial (Aeter Librae), un sello creado también ad hoc para esta obra, como una división de Seix Barral, aseguran que el libro está compuesto por el borrador inconcluso de una novela transgenérica, donde confluye también la poesía y el ensayo histórico, en esta caso abordando la historia del arte contemporáneo con paralelismos a la historia de Jesucristo y Elvis Presley.

Nadia confiesa que planificar todo el proyecto le tomó cinco años, pero que el borrador lo escribió en dos noches, sobre la base de una «investigación mediocre» (según sus palabras) hecha en Wikipedia y portales para robar tareas escolares, en un par de fines de semanas.

El libro original fue impreso en edición de lujo de 420 páginas, estando las últimas 100 en blanco, como espacio para el resto del borrador. Una vez impreso, todo el material del libro se destruyó y se recicló antes de siquiera distribuirse a librerías, con lo cual se elaboró un libro en tapa rústica y edición de bolsillo de 320 páginas, y con el excedente se produjeron lotes de 100 hojas tamaño A4. Las 320 páginas del libro están en blanco, al igual que las otras 100, y el destino del papel se asignó al azar. Tanto en cada página del libro como en las hojas sueltas existe la misma posibilidad de haber tenido parte del borrador de la novela reciclado.

Los lotes de 100 hojas se donaron, bajo acuerdo de confidencialidad, a cientos de instituciones diferentes. Y para los libros se publicó una edición limitada y numerada de 50.000 copias, a 328 dólares cada una. Todas vienen firmadas por Nadia (a bolígrafo), junto con una declaración jurada de honestidad en los procesos descritos y un documento de originalidad.

A cuatro semanas de su salida oficial al mercado, después de un cuarto de año de marketing de intriga, se habían agotado las 50.000 copias. Hoy, dos años después, o cuando menos antes de ayer, cada copia se subasta (o subastaba) en un promedio de 1500 dólares. Puede que el precio esté ahora mismo en ascenso.

Y ya cuando los medios empezaban a aburrirse de este fenómeno, al que parecía imposible sacarle más tela para cortar, ha ocurrido lo impensable. Aeter Librae ha hecho un doble anuncio ayer. En dos meses saldrá al mercado la segunda parte del libro y en seis meses, bajo la nueva división de la empresa, Aeter Filmae, estrenarán la adaptación a cine de Un libro que nunca existió, con título todavía sin develar. Será una edición limitada a dos millones de espectadores, en solo 200 salas de cine en Estados Unidos, y 200 más distribuidas en el resto del mundo.

Las entradas ya pueden comprarse en su página web a 451 dólares cada una. Al momento de publicar este artículo ya se han vendido más de 30.000 entradas y el número crece cada hora.

El trailer está compuesto por una pantalla negra durante un minuto y cuarto, seguido de un letrero donde se lee: «Si esto es lo que esperabas de una adaptación fílmica de Un libro que nunca existió, entonces no tienes ni la menor idea». Y lo terrible es que es verdad. No tenemos ni la menor idea pero estamos deseosos por saber, por entender y experimentar. Si a esto es a lo que le llaman arte contemporáneo, entonces por favor deme dos, y me los envuelve para llevar.

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Hablemos sobre: narraciones anticlimáticas

NOTA: Si quieres saber en qué consiste y cómo se organiza esta sección del blog (Hablemos sobre corrección literaria), visita este enlace, donde también encontrarás un índice con los artículos publicados y algunos de los próximos a publicar.

Para ponernos en contexto

Hoy abordaremos la corrección de una novela corta de difícil definición genérica. Y precisamente es difícil de definir en cuanto a género por la razón que nos lleva a hablar de ella hoy. Tiene elementos de humor, de drama, de reflexión y desparpajo en distintos niveles, pero al no estar bien distribuidos o manejados estos elementos, no se termina de entender si el libro es una comedia, un drama o algo intermedio.

En algunas ocasiones, sin embargo, deja la sensación de que rechaza la opción de mostrar algún tipo de clímax, y que esto es una decisión consciente del autor. En otras, no queda claro si ocurre por decisión o por un mal manejo de recursos narrativos. Lo que sí queda claro en todo momento es que la obra apunta más a ser anticlimática, o que le convendría más ajustarse a este modelo, que al modelo básico donde el clímax y la definición genéricas son requeridos.

Ahora bien. ¿Qué quiere decir que una narración sea anticlimática? En palabras muy sencillas, que no use la estructura estándar de dos grandes picos de tensión (evento desencadenador y nudo o clímax) y que incluso renuncia los momentos de poca tensión que se suelen incorporar en el medio de la trama. Igual, más adelante explicaré esto de mejor forma, aprovechándome de copiar un extracto del informe de lectura que redacté para este cliente.

Baste saber aquí que, dado lo acostumbrados que estamos como lectores a que nos metan todas las historias con la cucharilla forzada del clímax, enfrentarnos a una obra anticlimática genera una primera sensación natural de rechazo. Algo al estilo de «en esta historia no pasa nada» o «nada de lo que pasa me emociona». Por ello, escribir desde el anticlímax no es sencillo. Hay que saber hacerlo para no espantar ni aburrir al lector, y lograr transmitir una historia de forma equilibrada. De eso hablaremos aquí.

Y para ello, vamos a hablar de una escena de esta novela, en la que al protagonista le chocan el auto en un semáforo. Al bajarse para reclamar, quien le choca, se baja del auto agresivo y petulante, diciéndole que ni piense que pagará nada y tratándolo de imbécil, afeminado y más. El agresor va con otros dos hombres en el vehículo, que todavía no se han bajado, y el agredido tiene un copiloto, famoso por ser adicto a pelear, que tampoco se ha bajado aún. En cambio, rodeándolos a ambos, ya había al menos seis personas.

El protagonista evalúa la situación y sabe que entre él y su amigo podrían con los tres del otro auto. Además, tiene tiempo sin pelear y la excusa le cae bien para hacerlo. La sangre le hierve, desea justicia y el agresor le sigue insultando. Sin una sola fibra de miedo en su cuerpo, sin embargo, y sin que medie ninguna explicación, el protagonista decide abandonar la pelea, antes de que inicie, se da la vuelta, se mete en su auto y se va.

Mi planteamiento para el autor es que la escena resultaba, más en su tratamiento que en su esencia, demasiado anticlimática, incluso para el nivel habitual en su novela, y que podría generar decepción en los lectores, lo mismo que la sensación de que no se respetaba la lógica emocional del personaje. Veamos, entonces, qué soluciones podemos encontrarle a ello, pero antes de pasar al apunte donde explico esto, los dejo con un extracto breve del informe de lectura de la novela.

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Evangelio apócrifo del rock: We Will Rock You

Casi inmediatamente después de su lanzamiento, We Will Rock You, de Queen, escrita por Brian May, se volvió un himno, no solo del rock, sino un símbolo de la victoria. Antes de que su coro se escuchara a palmas y patadas en los partidos deportivos, se le llegó a escuchar en algunas protestas, donde los manifestantes se infectaban de sensación de poder sobre sus opresores y se llenaban de energía y voluntad para resistir el gas pimienta y los rolos quebrando los huesos de sus piernas. Aquel niño con lodo en la cara, esa gran desgracia que se volvió un anciano también lleno de mierda en el rostro, y que aun así no perdía la esperanza de hacer temblar a sus enemigos, de hacerlos rockear, tenía el poder de movilizar a las masas hasta el delirio colectivo.

Un año antes de su lanzamiento, Freddy Mercury y Brian May visitaban una fábrica de algodón en China, que esclavizaba a niños, mujeres, hombres y ancianos desnutridos, que trabajaban por migajas casi hasta su muerte. El sonido de fondo de aquella fábrica lo hemos escuchado todos más de una vez con los vellos erizados y la garganta incendiada por la fiebre de cantar. Es el mismo sonido que más tarde Mercury y May recrearían con patadas y palmas. El mismo sonido que nos ha inyectado vitalidad y furor en tantas ocasiones era el que derrumbaba la voluntad de vida de aquellos trabajadores.

Pero la visita de los astros del rock a esa fábrica no era azarosa. Sus dueños, poderosos hombres del comunismo chino, habían pagado cifras astronómicas para que Brian y Freddy se dieran un paseo, bajo estricto pacto de confidencialidad, por sus galpones hacinados de esclavos moribundos. Su misión: escribir una canción que sonara por el sistema de megafonía y que llenara de energía a sus trabajadores, para ahorrarse algo de los elevados costes por muerte y aumentar la productividad general.

Esa noche, en el hotel, la canción surgió sola con el eco del sonido de aquella fábrica retumbando en sus sienes. Un mes después, We Will Rock You era escuchada por primera vez por los oídos de los esclavos del algodón, que nada entendían de la letra, pero que aun así sentían su cuerpo arder de ganas de vivir. A los seis meses, la productividad había mejorado en un 20% y la mortandad había bajado casi un 40%.

Los magnates rojos nada pudieron hacer para evitar que la canción se colara en la producción de News of the World, un título que intentaba hablar, en clave, al igual que Frank, el robot de la portada del álbum, de lo que habían visto en China. Pero Mercury no tuvo el valor de firmar como autor y le dejó a May todo el mérito. Y tampoco pudieron hacer nada, los gigantes asiáticos, para evitar que se convirtiera en lo que se convirtió.

Dos años después, la canción dejaría de escucharse para siempre en los megáfonos de la fábrica y, tan solo un mes después, una revuelta sangrienta de los esclavos redujo toda la fábrica a cenizas. Murieron cientos en el proceso, y al menos un par de comunistas de élite. No hay forma de saber qué relación tuvo We Will Rock You con la revuelta obrera, pero resulta tentador adjudicarle ese poder a la obra, como forma de compensar este terrible capítulo de la historia del rock y así poder seguir dando patadas y palmas, sin complejo ni culpa, cada vez que nuestro equipo se prepare para salir al campo o el balón cruce la marca de gol.

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Guía práctica sobre la atmósfera, el tono y el ritmo del cuento (o la novela)

La atmósfera de un relato es mucho más que un conjunto de elementos descriptivos acerca del escenario o los personajes. Para tenerlo más claro, veamos lo siguiente: la atmósfera terrestre nos cubre en cualquier actividad que hagamos dentro del planeta (aunque no lo notemos). Así debe ser la atmósfera de un relato. Debe estar en cada palabra escrita, y debe poder respirarse incluso más allá de las palabras, en los silencios dejados, en lo que no se dice. La atmósfera es, entonces, una abstracción, una entelequia que sobrevuela todo el relato, y que se puede asir por medio de los recursos literarios y la elección consciente de las palabras a usar, el orden de las mismas, su tono, su ritmo.

En ese sentido, el tono de un relato es el matiz o la serie de matices que se imprimen a la escritura de un texto literario, con el fin de favorecer cierta atmósfera específica. Se refiere también a las emociones que adrede se propician en el lector. Por ejemplo, si se quiere lograr una atmósfera de misterio en un cuento, es necesario que el tono del mismo sea oscuro, y que propicien emociones de incomodidad en el lector. De la misma forma, si se quiere lograr una atmósfera de esperanza, el tono del relato debe ser cálido y propiciar emociones positivas en el lector.

En la conjunción de estos dos elementos subyace el éxito de una obra, y a esta unión se le conoce como ritmo. El ritmo, entonces, sería el efecto logrado en el lector por medio de la atmósfera y el tono, que estimula un tipo de lectura específica. Este no se define por el tipo de lector (ávido, lento, etc.), pues un buen relato crea al lector que requiere, manipulando un ritmo específico. Así pues, si el ritmo de un relato apunta a ser leído con incredulidad y sin apuro, incluso los lectores más ávidos y apurados tendrán que detenerse cada vez que las pautas del ritmo así lo marquen para él.

Y se hace clara la relevancia de estos tres elementos sobre todo en los casos en los que se cuenta con una historia muy interesante, pero el lector no logra conectarse con ella, en tanto que no se ha establecido una atmósfera, tono o ritmos claros, o los que se han colado en el relato no le favorecen. Por ejemplo, sería un error crear un cuento infantil con un ritmo muy lento y que se aproxime al lector con hostilidad. Sin embargo, en otros casos pasará lo contrario: la base argumental del cuento es simple, pero la atmósfera, el tono y el ritmo son coherentes con la intención narrativa y se ha trabajado con consciencia estética y rigor técnico en ellos, de modo que esa historia en apariencia desabrida termina resultando trascendente. Podrán imaginar, entonces, lo que se logra cuando se da la feliz unión de un cuento con base narrativa original y buena atmósfera, tono y ritmo. Dentro de los dos últimos grupos es posible encontrar igual cantidad de obras maestras de la literatura.

Ahora bien, para establecer la atmósfera del relato, su tono y su ritmo, es necesario hacerse primero una serie de preguntas sobre lo que queremos conseguir con el mismo. Sobre cada una de ellas, es perfectamente posible que escojamos más de una opción de respuesta. Porque, por ejemplo, un relato puede tener una atmósfera simple, compuesta por una sola sensación que se transmite al lector de forma directa, o puede ser muy compleja, teniendo múltiples capas de sensaciones, que se superponen en el relato, con el fin de generar confusión al tiempo que conexión. También hay cuentos que requieren de una atmósfera específica en una parte del mismo (simple o compleja), y de otra u otras en otra u otras partes (ya sean, también simples o complejas). Conviene, entonces, tratar de entender qué es lo que se quiere buscar en cada parte del relato, pero también tener una atmósfera general que cubra todo el cuento de punta a punta, independientemente de los cambios que puedan surgir entre las partes de la historia. Esto es extensible, también, al tono y al ritmo.

Preguntas para definir la atmósfera del cuento

Principal: ¿Qué se vivencia a lo largo de todo mi cuento como una instancia superior que lo domina todo?

Locura (  ) Cordura (  ) Misterio ( ) Esperanza (  ) Desesperanza ( ) Pasión ( ) Salvajismo (  ) Violencia (  ) Paz (  ) Caos (  ) Orden (  ) Vida (   ) Muerte (  ) Creación (  ) Destrucción (  ) Vejez ( ) Novedad (  ) Localismo ( ) Alienación ( ) Optimismo ( ) Pesimismo ( ) Realidad (  ) Ficción ( ) Surrealismo ( ) Hiperrealismo ( ) Absurdidad ( ) Victoria (  ) Derrota ( ) Pesadez ( ) Ligereza ( ) Velocidad ( ) Lentitud ( ) Oscuridad (   ) Luz ( ) Frialdad ( ) Calor ( ) Felicidad ( ) Tristeza ( ) Amor ( ) Odio ( ) Asfixia (   ) Miseria ( ) Lujo ( ) Humor ( ) Terror ( ) Clase ( ) Obscenidad ( )

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7 razones para leer «Sex Criminals»

portadas

Portadas de los números 11, 5 y 2 de Sex Criminals

Sex Criminals es un cómic escrito por Matt Fraction e ilustrado por Chip Zdarsky, publicado por Image Comics desde septiembre de 2013, todavía en activo. Narra la relación de Suzie, una bibliotecaria que intenta rescatar la biblioteca en la que trabaja del embargo de un banco, y Jon, un actor que en realidad trabaja en un banco (sí, el mismo banco antes mencionado), y que en la adolescencia (cada uno por separado) descubrieron que tenían un raro don: podían detener el tiempo cuando tenían un orgasmo. Creyendo que eran los únicos en su tipo, se conocieron en una fiesta y se sorprendieron al descubrir que alguien más podía detener el tiempo. Desde entonces están juntos y planean robar bancos para pagar el embargo del banco y salvar la biblioteca, al tiempo que descubren que hay más personas como ellos, muchas más, e incluso una suerte de policía del sexo, encargada de regular a estos sujetos.

Lo que sigue a continuación es mi apreciación general del cómic y las razones por las cuales creo que es una excelente obra, que vale la pena leer. Sin embargo, debo hacer dos aclaraciones importantes antes de seguir. La primera, que colocaré algunas imágenes referenciales del cómic y, por ser una obra para adultos, algunas de esas imágenes no serán para todo público. Así que absténganse de continuar la lectura los que no tengan la edad requerida. Y la segunda, que no soy un especialista en cómics. Apenas me estoy iniciando en la lectura de este basto y complejo género, así que tal vez no sea el más adecuado para hacer una revisión crítica de nada en esta área. Pero, pueden tomarlo de una forma pragmática, si les gusta: mi crítica validaría la opinión de alguien que apenas se acerca al cómic, así que, si están en mi mismo nivel, les puede aclarar si es o no una buena obra para iniciarse.

Dicho esto, pasemos a las 7 razones para leer Sex Criminals. Y demos por descontado que no hablaré de las cosas más obvias. Por ejemplo que, siendo un cómic de comedia sexual como es, está lleno de situaciones hilarantes y sexies, o que está escrito con agudeza, o ya bien, más obvio aún, que está muy bien ilustrado.

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Hablemos sobre: la coma en las oraciones yuxtapuestas y antes de «y»

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Para ponernos en contexto

Hoy abordaremos la corrección de un cuento corto. Pero ya que hablaremos de una regla gramatical general, poco importa el argumento del cuento, y nos basta con saber que en el texto que analizaremos se cometen dos errores de puntuación muy frecuentes y que confunden mucho.

Una de las primeras pistas que tuve como corrector de que debía explicar los errores que corregía de forma más pedagógica surgió del primer error que abordaré hoy (la coma en las oraciones yuxtapuestas). Porque, cuando se ve la sugerencia de agregar una coma pero se desconoce la regla, el cliente puede llegar a creer una de dos cosas (o las dos a la vez): 1. que quieres ralentizar su texto agregándole cientos de comas, hasta que llegue a un punto en el que parezca que es escrito por un tartamudo, o 2. que no sabes nada de reglas gramaticales y te estás inventando comas donde no van.

Con uno de mis primeros clientes pasó todo esto, y además me acusó de querer transformar su texto a mi estilo, porque cualquiera que me haya leído (y sobre todo unos cinco años atrás) sabrá que mis cuentos y microcuentos están plagados de comas, ya que las adoro y las uso de forma estilística (aspecto del que hablaremos en otro artículo de esta sección).

Pero yo lo que menos deseo es tener un puñado de personas escribiendo de la misma forma que yo (dónde quedaría mi distinción como autor, entonces), así que aquí no se trata de hacer que todos amen y usen las comas según mi estilo, sino que conozcan las reglas gramaticales que implican comas que no se pueden eludir.

Pasemos a la frase de ejemplo, que es una línea de diálogo:

—Sí —contesté y al hundir la mirada en el piso por la vergüenza, contemplé el polvo acumulado revoloteando por la brisa entre los dedos de mis pies—, pero aun a riesgo de que te vayas, debo decir que no.

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Mi libro GRATIS en Amazon por 4 días

PortadaA principios de febrero del año pasado, como ya comenté por acá, publiqué mi segundo libro, Cuentos de hadas para dormir adultos, por la plataforma de Amazon. Si quieres saber un poco más de él, puedes hacer clic acá. Y si quieres leer ocho cuentos de muestra que he publicado en el blog, lo puedes hacer por este enlace.
Pero eso no tendrá mayor sentido en los próximos 4 días, porque desde el primer segundo de hoy viernes 6 de abril hasta el último segundo del lunes 9 la versión digital del libro estará disponible para todos y completamente gratis. Así que no tendrás ocho cuentos de muestra, sino todo el libro, con sus 32 historias.

Creo, por ende, que tiene sentido que te aconseje que no pierdas tiempo y vayas a reclamar tu copia gratis para que disfrutes de estos cuentos de hadas intoxicados y adulterados. Y ya luego me contarás, por aquí o por el perfil en Amazon, qué tal te ha parecido. Tu descarga del libro y la valoración que hagas de él me ayudará a que se haga más visible entre la montaña de obras que publica Amazon a diario. Así que más que agradecerme el gesto a mí, te agradezco yo tu contribución.

¿Y qué tienes que hacer si deseas una copia gratis? Nada complicado. Entras en alguno de los enlaces que dejaré al final de este post y, si ya tienes cuenta en Amazon, podrás comprar con solo un clic en el botón naranja a la derecha de la página. Y, si no tienes cuenta, haces clic en el mismo botón y Amazon te guiará en el proceso para crear una cuenta (tan sencillo como abrir una cuenta de correo electrónico). Así que, ahí te dejo los enlaces:

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PD: Para usuarios de Amazon en otras locaciones (ej.: México), basta con que escriban en el buscador «Cuentos de hadas para dormir adultos» y lo encontrarán.

Hablemos sobre: recursos simplistas para narrar

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Para ponernos en contexto

Hoy abordaremos la corrección de una novela corta de misterio. Aunque su género y argumento no son relevantes para lo que ocupará nuestra atención. Estaremos hablando sobre recursos simplistas para narrar. Esos elementos que en ocasiones usamos porque son la salida más fácil, porque no nos requieren demasiado esfuerzo, no nos sacan de nuestra zona de comodidad o porque nos vimos en un callejón sin salida, tratando de expresar una idea por medio de recursos estéticos más adecuados y con afán preciosista, pero nunca supimos terminar de darle forma.

En el caso de este autor, eran tres los recursos simplistas que se repetían con cierta frecuencia a lo largo de la obra: 1. Dirigir las emociones del lector por medio de palabras de peso (apunte 24). 2.  Incorporar preguntas excesivas como forma de mostrar el aspecto reflexivo del texto (apunte 25). 3. Incorporar exclamaciones excesivas para mostrar sorpresa o entusiasmo (apunte 52).

Para ello, entonces, vamos a analizar dos trozos de texto, el primero de ellos que corresponde a las primeras oraciones de la novela (después de su prólogo ficcional), y el segundo ya en un punto más avanzado, pero todavía ubicado en la fase de presentación de la obra. Los dejo, entonces, con los textos a analizar.

Texto 1:

Hace una semana, me caí del sofá en medio de una siesta de mediodía y, al revisarme el golpe en el espejo, descubrí algo inaudito. Descubrí  con espanto que mi cara estaba cubierta por completo de tatuajes horribles. Inexplicablemente, nadie sino yo, hasta ahora, lo ha notado. ¿Cómo es posible que algo así suceda y nadie se dé por enterado? De verdad, lo ignoro.

Texto 2:

Anoche fuimos a ver el ballet en un teatro que queda a pocas cuadras de casa. Por eso fuimos a pie. El teatro estaba recién remodelado y esta obra fue la elegida para su estreno. Melinda pensó que me haría bien caminar. ¡Y no se equivocó!

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