Muchos niños están preocupados por cuáles de las palabras que escuchan son malas palabras, y si pueden o no pronunciarlas. Ello porque les han enseñado que algunas palabras no deben ser pronunciadas, que están prohibidas, sobre todo mientras se siga siendo un niño. Cuando mis sobrinos estaban más pequeños tenían las mismas dudas y, por lo general, solía decirles algo similar a esto: “Las groserías son palabras como cualquier otra. El único problema con ellas es que son palabras de peso. Pero también palabras muy fáciles. Por eso resulta triste ver a una persona que solo dice groserías y no conoce ninguna de las otras palabras hermosas que tiene nuestro idioma o, peor, que las usa para sustituir palabras reales, que no conoce o le da flojera recordar”. Algo similar pasa con las palabras “prohibidas” en la literatura, y sobre ello hablaré en este artículo.
Mes: julio 2015
Recopilación de decálogos, manifiestos y ars poéticas
Este 12 de junio, en el blog del Colectivo Letra Franca se publicó un libro completamente gratuito, que incluye una recopilación con 60 decálogos, manifiestos y ars poéticas de lujo, de un muy variado grupo de escritores y períodos de la literatura. La publicación se presentó como regalo a los lectores del blog, como cierre de un año de actividad del blog, durante el cual se estuvieron posteando estos decálogos, manifiestos y ars poéticas, como parte de la iniciativa del Colectivo Letra Franca de promover la escritura.
En este libro, que he tenido el gusto de compilar yo, verán los textos ordenados de una manera que espero facilite su lectura y comprensión, aunque igual, por el formato del libro y de los textos, se presta para ser leído por retazos y a modo de picoteo. Para ello les pueden ser de mucha utilidad las introducciones a cada uno de los tres capítulos, donde se habla de los textos incluidos allí, para que puedan hacerse a la idea de qué desean leer.
Si quieren descargarse su propia copia en PDF, pueden hacerlo por este enlace o haciendo clic en la portada del libro. Y si desean verlo por issuu, deben hacer clic aquí. Esperamos pronto poderlo publicar en versión ePub, para que puedan leerlo en sus tabletas y teléfonos inteligentes. Les recomendamos, por último, si lo van a ver en PDF, que configuren su lector de PDF, para que se muestre el libro a doble página, con primera página a modo de libro. Así disfrutarán mucho más de la experiencia.
Un giro esperado
—Es que esta relación se ha vuelto rutinaria. Y tú… pues, te has vuelto un hombre predecible. Nada de ti me estimula.
Al escuchar estas palabras, el hombre salta y baila como un arlequín, suelta gritos ininteligibles, se saca un moco y se lo come, vacía una jarra de agua y la lame del suelo como un perro. Saca un arma y dispara directo a la frente de su esposa.
—A mí nadie me llama predecible.
La mujer, con la cabeza en un charco de sangre, y con lo último que le quedaba de energía, llama con el dedo a su esposo y este se acerca, reptando como una culebra y haciendo beat box.
—Sabía que dirías eso —susurró la mujer y murió.
Yo mato al insecto y tú lo recoges
Buenos días, mi pichoncita.
Notarás que tus utensilios de belleza están en el tendedero. Bueno, eso es porque anoche, poco después de que nos acostamos, ocurrió un incidente desagradable. Aunque no me siento demasiado cómodo haciéndolo, con el fin de que lo entiendas mejor, quizás de entenderme mejor yo mismo, te cuento.
Sabes que llevo días ansioso por mi partida a Canadá. Pero quizás no te he expresado cuánto. Pasar estos tres meses sin ti será espantoso. Mil fantasmas se me cruzan en la cabeza y trato de despejarme de tantas expectativas de catástrofe, pero no puedo. Y las noches son peores. No te lo había dicho para no preocuparte, pero llevo tres noches sin dormir. Sin contar la de anoche, que fue algo distinto. Si acaso he pegado el ojo un par de horas ha sido mucho. Te confieso que me da pánico todo: renunciar a la empresa acá y luego no poder regresar ni con el rabo entre las piernas; que las cosas allá no resulten bien y deba regresarme, o que tú no consigas pasaje o se te haga imposible irte y yo me quede allá en esa encrucijada, sin saber si continuar allí, trabajando por nuestro futuro económico, o regresar y seguir en esta crisis, pero juntos. Me da miedo, también, que otra persona aparezca en tu vida. Tres meses se sienten como un agujero negro, que pueden tragarse todos los buenos recuerdos y todo el afecto que hemos construido por años, y quién sabe qué es lo que encontraremos del otro lado.
En fin, sé que son trampas que me juega la mente, pero por las noches estoy indefenso ante ellas. Es cuestión de cerrar los ojos y empezar a rumiar de la forma más pesimista posible. Supongo que a medida que se acerca el día del vuelo todo empeora. Ya solo faltan seis días y hoy, de paso, es mi última jornada en la empresa. Me aterra la perspectiva de que los muchachos me vayan a hacer una despedida y me ataque la nostalgia anticipada frente a todos ellos. Ya lo he visto en las otras tres despedidas que hemos tenido que hacer en lo que va de año. Quisiera que hubiera una forma de estirar los días que me quedan aquí, pero sin tantas horas muertas como estas. Quisiera que hubiera una forma de que, cada uno de los segundos que me restan en el país, los pueda pasar contigo, qué se yo, en la cama, haciéndonos cariño o conversando sobre tonterías. Pero te hablaba de tus utensilios de belleza.
La cosa es que allí estaba yo, acostado en la cama junto a ti, pero con los ojos abiertos como una herida, y la mente revoloteando en medio de toda clase de estupideces. Y me dieron ganas de ir al baño. O esa fue la excusa que encontré para pararme de la cama. Pero sabes que tengo la manía de tomar agua antes de ir al baño, así que primero hice una parada en la cocina. Después de cerrar la nevera, volteé hacia la sala y, en la persiana de la ventana grande, vi una gigantesca y asquerosa mariposa marrón. No de esas de las que tienen las alas grandes, sino de las que son gigantescas pero que tienen las alas como recortadas. De entre las dos, sabes que a estas últimas son a las que odio más. No sé cómo hacen para meterse en el apartamento.
Y me dio terror que se viera atraída por la luz de la impresora en el cuarto, que la habíamos dejado prendida, y me decidí a matarla, aún con todo el miedo que me dan. Revisé en la gaveta de los DVD y saqué el primero que se me puso en frente: el the Pink Floyd, The Wall. Igual teníamos años sin verlo, y creo que jamás lo hubiéramos vuelto a ver. Te lo digo porque lo tuve que botar.