Consejos para asesinos nóveles de Chejov

El clavo desnudo sobre la pared, el del primer acto, no le sirvió al asesino para colgar a su víctima del cuello y desangrarla en el acto final. De hecho, para el momento en que se escribe esto, ese clavo sostiene un bonito cuadro impresionista con la figura de un arenque rojo, y todos, incluidos policías, familiares y lectores, siguen creyendo que el hombre murió de un infarto. Todos menos el asesino y Chejov.

Un giro esperado

—Es que esta relación se ha vuelto rutinaria. Y tú… pues, te has vuelto un hombre predecible. Nada de ti me estimula.

Al escuchar estas palabras, el hombre salta y baila como un arlequín, suelta gritos ininteligibles, se saca un moco y se lo come, vacía una jarra de agua y la lame del suelo como un perro. Saca un arma y dispara directo a la frente de su esposa.

—A mí nadie me llama predecible.

La mujer, con la cabeza en un charco de sangre, y con lo último que le quedaba de energía, llama con el dedo a su esposo y este se acerca, reptando como una culebra y haciendo beat box.

—Sabía que dirías eso —susurró la mujer y murió.